Kimi Räikkonën es el vivo ejemplo del gran conflicto de la era moderna en el deporte y espectáculo que suelen padecer sus protagonistas: No saber el momento ni el proceder para retirarse o amoldar sus ambiciones…
En el pasado Gran Premio de España, Max Verstappen emergió como el fenómeno del futuro en la Fórmula Uno con su victoria inesperada, máxime, cuando recién había sido ascendido a Red Bull defenestrando al ruso Kvyat. Durante esa justa, el finés Raikkonen persiguió incansable al púber holandés sin poder comprometerle. Llegado al podio, Kimi, sudoroso, exhausto y claramente frustrado admitió que era «increíble que no haya podido sobrepasar a un piloto cuando llegó a correr con su padre» en referencia a «Jos» Verstappen y haciendo referencia a sus inicios de su carrera por demás meteórica cuando fue traído con excepcional visión por el tío Sauber desde la Formula Renault.
Ahora, en el sorprendente «Baku» el considerado uno de los mas idiosincráticos volantes de la Fórmula Uno de los últimos 20 años, tildado por medios y muchos seguidores como «el hombre de hielo» por su gélida apariencia, su falta de empatía emocional antes entrevistas, y su ocurrentes reclamos y acciones antes, durante y después de los grandes premios, dejó abierta una clara puerta de apoyo a su compañero Sebastián Vettel. No hicieron falta explícitas «Team orders» de Ferrari. Displicente, apenas balbuceó que esperaba que Vettel se «fuera de su vista» lo cual ocurrió sin mayor complejidad.
Tal lapidaria postura fue el resultado de la búsqueda de permanencia en Maranello. Aunque en puntos no se aprecie una diferencia importante, en los cronos, en el liderazgo y en todo lo demás Vettel propina una sonora paliza al por mucho tiempo considerado un volante de excepción. Además, esto se suma al 2015 y a lo ya recibido por Alonso en 2014. Nada fácil.
¿Qué ocurre con Räikkonën? En términos prácticos su efusivo retorno con Lotus tenía condiciones particulares. Eñ chásis era excepcionalmente bueno para un equipo financieramente comprometido. En aquel entonces Gerhard López no ocultó que el equipo «se había construído» en torno al nórdico. La oposición de Grosjean no fue poca cosa pero Romain no parecía tener ese «extra» de apoyo para desafiar la buena forma de Kimi. Fue tal la lucidez que Di Montezemolo decidió ficharle en buena parte, para darle una lección a Alonso que para entonces, ya criticaba asperamente la falta de resultados en Ferrari.
Vettel por ejemplo, es un producto del programa de pilotos de Red Bull. Con sus excesos y defectos, nadie tiene en la competición un plan tan coherente y agresivo que los austríacos. Promueven pilotos jóvenes, audaces, preparados y que en poco tiempo comprenden la complejidad técnica de la Fórmula Uno. Construyen ganadores y campeones en un santiamen. No pagan enormes salarios, solo los exprimen, obtienen lo mejor y luego o los desechan o son desechados (Ergo, Vettel-Ferrari)
Kimi, casualmente fue un talento precoz. Arribó en 2001 como volante titular al lado de uno que se creía un «fenómeno» -Nick Heidfeld- pero en pocas carreras destruyó al germano en todos los aspectos. McLaren, no dudó en ficharle en una audaz maniobra para sustituir nada menos que a su coterráneo Hakkinen. En ese momento, la Fórmula Uno reconocía a Sauber su audaz movida y a Ron Dennis su visión. Pero fue Ferrari (2007) la que le permitiría al rubio conseguir su primer título y ofrecer la mas espléndida sonrisa para su ego personal. Y valga decir, que fue un título a punta de consistencia y debilidad de los contrarios.
Los tiempos cambian. Con 15 años dentro de la F1, Kimi ha dejado una impronta importante: Un campeonato, 83 podios, 20 victorias, 16 poles y 42 vueltas rápidas lo corroboran. Ajeno al «fashion» auténtico, pragmático, «The Iceman» no es hoy día lo que alguna vez fue. Convertido en padre, hastiado de toda la complejidad técnica y cambiante de la Fórmula Uno, pocos queremos verle arrastrarse como segunda figura de nadie. El momento en realidad pudo ser el pasado año y lo es por defecto, este año. Es hora de criar a Mattias, de disfrutar de Minttu, de divertirse en Le Mans o DTM ya que lo hizo en Rallyes o Nascar. A menos que insista en convencer a sus muchos seguidores, de que corre por placer, que no le importan mas las victorias ni las pugnas por un nuevo campeonato.
Difícilmente alguien le creerá.