Las esperanzas en dirimir el campeonato a final de año comienzan a desvanecer. 40 puntos son muchas unidades para que Sebastián Vettel resuelva esto a su favor. Y no, no es un deseo de que Ferrari y el germano capitulen frente a Hamilton y Mercedes. El deseo es el de la competencia, el de la rivalidad correcta y bien llevada hasta el final. El deseo es la resolución en un toma y dame de genialidades humanas que conviertan al hombre y a la máquina en una creativa masa de brillos que cambie circuito tras circuito.
De los buenos momentos que nos da 2018, Lewis Hamilton es responsable de varios de ellos. El sábado lo resolvió con otra calificación de lujo. Una demostración de superioridad e integración plena que se correspondía con sus expectativas del viernes al darse cuenta que su W09 tenía potencial. Eso, y a pesar del dominio de Red Bull en simulación de carrera alternando con Ferrari. Y sí, aquello de que «Tengo que luchar contra mi mismo» se notó en la segunda tanda con la ida a las barreras para el tetracampeón germano.
Haber sacado una demostración en una vuelta que él mismo definió como «Mágica» fue explícito. A las mejoras hechas al monoposto plata se sumó la comodidad del portento inglés que no dudó un instante en poner en el asador todo su talento para obtener la posición de cuerda ante la atónita mirada de sus rivales, especialmente Vettel y Ferrari.
El domingo el trámite era pasar primero en la curva uno y lo demás, sería gestionarlo todo. El nerviosismo cruzó la línea hacia el paroxismo táctico en Ferrari que tras el éxito de Vettel al gestar la segunda posición antes el incómodo Verstappen, hizo una prematura detención para colocar gomas ultra blandas. El momento equívoco le hizo mezclarse en el feróz tránsito de la zona media para salir en momento clímax al lado del holandés que no cedió un milimetro retomando la segunda casilla. Hamilton y el volante de Red Bull irían por la estrategia posterior de gomas blandas que aseguraban el ritmo hasta final de carrera mientras el germano colocaba las frágiles ultra blandas pero condenado por el ritmo sostenido del piloto de Red Bull.
Estaba decidido: Hamilton controlaría todo sin contratiempos. Verstappen igualmente. Vettel se hundió con aire sucio en la tercera casilla y los pasajes de emotividad -Que solo fueron pasajes- se gestaron en la zona media en donde un hostíl Checo Pérez y un batallador Sirotkin llevaron buena parte del protagonismo, que por cierto, lo cargó Alonso con la séptima casilla liderando el pelotón medio, algo que no conseguía desde Australia. Sería como su segunda victoria en el notable segmento «Popular» de la grilla.
El esperando auto de seguridad no llegó jamás. Marina Bay fue un escenario de una clásica carrera de dominio de frontrunners y de guerra de nervios tácticas. Los murosde los equipos no tuvieron mayores sobresaltos. Hamilton ganaba a punta de factor humano y Mercedes daba otra bofetada de manual a Ferrari. Vettel, necesitará una seguidilla de resultados óptimos ganando siempre y además un poco de mala suerte para su rival directo. No, no es imposible pero tampoco es lo que realmente se espera. Rusia aguarda. Veremos que tal transcurre.